A día de hoy, vemos las muestras de solidaridad que invaden nuestro país, demostrando que la conciencia de clase y la colectividad son, en gran parte, la solución para el mal que afrontamos, esta vez en forma de pandemia, y que también podrían ser parte de la solución a todos aquellos problemas (el cambio climático, la pobreza mundial, etc) que día a día quedan invisibilizados en la sociedad actual.
Estos días, además, nos damos cuenta de que muchos sectores de nuestra federación, durante años menospreciados y recortados en condiciones salariales, ahora más que nunca son pilares fundamentales de nuestra supervivencia como sociedad, servicios esenciales como son la industria alimentaria, la agricultura, el agua, la luz y el gas o el mantenimiento, pero hay más. La industria del automóvil, que ha adaptado sus plantas para generar respiradores en vez de vehículos; la industria textil, sin la que no podríamos tener esos necesarios E.P.I.S.; la química, sin la que no tendríamos los productos para desinfectar o las farmacéuticas, sin las que no tendríamos los medicamentos que tomar.
Los que han visto durante años sus condiciones laborales recortadas, menos salario, oportunidad social y equidad, son los que aportan, como siempre, su esfuerzo en los momentos más difíciles, siendo igual de importantes que otros eslabones imprescindibles (sanidad, cuerpos policiales…) para mantener este virus a raya.
Pues bien, este día representa a un pueblo que se ha volcado en la supervivencia desde siempre, el cual frente a la adversidad ha esgrimido la solidaridad, cuando ha tenido penurias las ha combatido con la unidad familiar y que desde que el tiempo es tiempo ha entendido el concepto de resiliencia aunque no fuera parte de su vocabulario.
Los valores que durante siglos hemos tenido que aprender a base de persecución, estigmatización y antigitanismo, se comparten ahora en los barrios, los bloques y los vecinos, de forma natural y sin prejuicios.
Por eso este 8 de abril, más que nunca, queremos pedir que no se siga perpetuando el antigitanismo ni en los centros de trabajo ni en ningún lado, pues el gran conjunto de la propia sociedad lo rechaza de facto. Aprendamos a ser tolerantes, diversos, solidarios y empáticos y apliquémoslo en todos los aspectos de la vida. Y es que, no es de recibo que se hayan vivido situaciones de antigitanismo vinculadas al Covid-19, pues está claro que este virus no entiende de clases, religiones, fronteras ni etnias.
Celebremos, desde nuestras casas esta vez, y aprendamos todos y todas de nuestra historia, la del Pueblo Gitano, un ejemplo de lucha y dignidad basada en la solidaridad y el colectivo.
